ALGO ESTÁ PODRIDO EN LA CASA DE ISAAC /Reacción de Esaú – III Parte
Reacción de Esaú
La promesa de Génesis 25:23, «El mayor serviría al menor». Esta no era la manera en que funcionaba en aquel tiempo, Dios cambió el orden y la familia respondía de una mala manera y empezó a salir todo el pecado del corazón de cada uno de ellos. Dios escogió a Jacob sencillamente por su gracia, no por nada que hiciera mejor que su hermano. Esaú se vio a sí mismo como la víctima, pero no lo era.
ESAÚ, LA VÍCTIMA CULPABLE – Nosotros mismos tenemos la tendencia de vernos como las víctimas en diversas situaciones, es por ello que el Señor nos quiere traer libertad.
¿Cómo se ve Esaú?
En Hebreos 12:16-17 se nos dice que Esaú vende su primogenitura por un plato de guisado, no le importaba su primogenitura, solo pensaba en que tenía hambre.
Era sexualmente inmoral (Génesis 26:34). Esto sucedió 30 años antes. Se casó con mujeres de otra nación, idólatra. Esaú entendía esto, pero aun así se casó con estas mujeres. Él pone lo que sería el linaje de Cristo en peligro. Sus acciones lo descalificaron para la bendición de Dios. No le importaba progenitura, ni familia, se casó con mujeres de Canaán. Solamente le importaba él mismo. Se dio cuenta de que podía perder la parte material que su padre le podía heredar y por eso quería la bendición de su padre.
Cuando creemos que somos víctimas pasa porque:
1. Nos enfocamos demasiado en nuestros logros, en los trabajos que hacemos (Génesis 27: 30-31). Esaú se fue de caza, trabajó duro y en su mente estaba el premio que recibiría, la bendición y pensaba que hizo todo eso y se había ganado y merecía la bendición. Muchas veces nos convencemos de que como hemos trabajado muy duro, nos ganamos algo o tenemos derecho a algo y si no nos lo dan pensamos que es injusto, pues trabajamos mucho por eso. Y si no recibimos recompensa y reconocimiento, nos creemos las víctimas. En realidad el punto es que yo no merezco nada. Hago cosas buenas, también frecuentemente hago cosas malas. No soy una víctima. Nada cambia la realidad de que somos pecaminosos.
2. Nos enfocamos en nuestro posible enemigo – Para una víctima todo el mundo se puede convertir en adversario en diversas situaciones, siempre tiene que haber uno. Todos están en mi contra, me quieren hacer daño. Esaú dice que Jacob hizo lo malo, que lo manipuló dos veces, aun cuando él por su propia voluntad vendió su progenitura y se casó con dos mujeres cananeas. Parte de la culpa también fue su culpa. Siempre tenemos parte de responsabilidad.
3. Nos enfocamos en vengarnos – Usamos nuestras energías en venganza. Esaú dice que iba a matar a Jacob (Génesis 27:41-42). Rebeca dice a Jacob.” He aquí tu hermano se consuela con la idea de matarte”. Si alguien nos ofende o nos hace daño, frecuentemente nos consolamos deseando que esa persona fracase o nos alegra cuando algo no le funciona. Quizás hasta tomemos alguna oportunidad para decir chismes sobre esa persona y esto es una manera pasiva para vengarme. No se trata como nos tratan los demás. La manera es como nos vemos a nosotros mismos y aquello que pensamos que merecemos.
El antídoto a esto es aceptar la realidad, es que Dios nos ha llamado a cada uno a ser sus siervos. Juan el bautista, primo de Jesús, era mayor, famoso, inicia ministerio antes que Jesús. Sin embargo, él dice que debe menguar para que Cristo crezca. Le pidió a sus discípulos que siguieran a Jesús, dio su ministerio. Tenía mucho que perder, pero hizo lo correcto. Jesús dice el mayor, es el siervo de otros, aun Jesús vino para servir y no ser servido. Debemos servir. Si servimos no hay batallas que pelear. No importa lo que posean los demás. Yo tengo muchas bendiciones de Dios que no merezco.
Aplicación:
Cambiar la manera de vernos a nosotros mismos
Identificar a personas en mi vida con la cual tengo o he tenido problemas y recordar que la venganza le pertenece al Señor.
Construir puentes y dejar de jugar el rol de víctima.