COLABORADORES EN EL MINISTERIO (Colosenses 4:1-18)
Facilitador: Elías Peralta
Cuando servimos a Dios, somos llamados a ser colaboradores en el reino. No somos dueños del reino, sino colaboradores, pues Cristo es la cabeza. La obra del Señor no se puede realizar por una sola persona, ya que todos somos útiles en el ministerio. Cada uno de nosotros tiene una función y un propósito específico dentro del cuerpo de Cristo. El ministerio no se lleva a cabo de manera aislada, sino que es un esfuerzo conjunto que requiere unidad, entrega y la disposición para ser útiles en el servicio de Dios.
1. La obra del Señor es colectiva, no individual
En Colosenses 4,1-2, Pablo instruye a los amos a tratar a sus siervos con justicia y equidad, recordándoles que también tienen un amo en los cielos (Dios). Este versículo nos enseña que, independientemente de nuestras posiciones, todos estamos llamados a servir a Dios en igualdad de condiciones. La obra de Dios no depende de un solo individuo, sino de un equipo que trabaja junto bajo la dirección de Cristo; somos colaboradores, no dueños del reino.
Cuando entendemos que el ministerio no es una labor individual, sino colectiva, vemos que cada miembro del cuerpo de Cristo tiene un papel esencial que desempeñar. A veces podemos pensar que nuestras tareas no son importantes, pero cada acción, por pequeña que sea, tiene valor en el reino de Dios. Dios no llama a unos pocos a servir, sino que llama a todos los creyentes a participar activamente en la extensión de su reino.
2. Cristo es la cabeza y todos somos miembros del cuerpo
Cristo es la cabeza del cuerpo, la iglesia (Colosenses 1,18). El cuerpo de Cristo está formado por diferentes miembros, cada uno con una función única, pero todos bajo el liderazgo de Cristo. Si Cristo es la cabeza, significa que el plan y la dirección del ministerio provienen de Él, y nosotros, como miembros, estamos llamados a obedecer y seguir su guía.
Ser colaboradores en el ministerio implica reconocer nuestra dependencia total de Cristo. No somos los encargados de la obra en solitario, sino que somos instrumentos a través de los cuales Cristo actúa. Nuestra tarea es trabajar bajo su dirección, sabiendo que Él es quien da el crecimiento y la fuerza para avanzar en el ministerio (1 Corintios 3,6-7).
3. Todos somos útiles en el ministerio, cada uno con una función
En los versículos 7-16 de Colosenses 4, Pablo menciona a varios colaboradores que desempeñan roles diferentes como Tíquico, Onésimo, Aristárculo, Marcos, y otros. Aunque Pablo es el apóstol principal, no está solo. En la obra del ministerio, tiene compañeros de trabajo que realizan diferentes funciones: algunos ayudan con la comunicación, otros sirven como mensajeros, otros se encargan de la enseñanza o del apoyo práctico.
Esto nos enseña que en el ministerio de Dios no existe una tarea menor. Cada función es vital para el funcionamiento del cuerpo de Cristo. Ya sea que estés predicando, sirviendo en una congregación, orando, o sirviendo en cualquier otra capacidad, todos somos importantes y útiles en el ministerio.
4. La unidad es fundamental en el ministerio
La unidad es esencial para el éxito de la obra de Dios. En Colosenses 4, Pablo destaca cómo los colaboradores trabajan en armonía, apoyándose mutuamente, a pesar de las dificultades. Es significativo ver cómo Pablo expresa su aprecio por cada uno de ellos, reconociendo el esfuerzo conjunto que cada uno realiza. La obra del ministerio requiere que los creyentes trabajen en unidad, como un solo cuerpo bajo la cabeza que es Cristo.
Es crucial que aprendamos a ser útiles en el ministerio, reconociendo nuestra dependencia de Cristo y trabajando en unidad con otros creyentes. Dios nos ha dado dones y talentos únicos y como colaboradores en su obra, debemos estar dispuestos a ponerlos al servicio del reino. La humildad, la disposición a servir y la unidad son claves para que el ministerio sea fructífero.