EL DESEO DE UNA MADRE (1 Samuel 1)
Expositor: Todd Tillinghast
La historia de Ana es una de las imágenes más profundas del amor, la fe y la entrega de una madre. En un tiempo turbulento para Israel —marcado por corrupción en el sacerdocio, crisis espiritual y una transición entre los jueces y los reyes— Dios escogió trabajar por medio de una mujer estéril, menospreciada y sufriente. Su oración, su voto y su decisión final marcaron la historia del pueblo de Dios.
El nacimiento de Samuel no solo fue una respuesta divina al clamor de una mujer, sino el inicio del plan que llevaría a la reforma espiritual de Israel, a la unción del rey David y, a través de su linaje, a la llegada del Rey de reyes: Jesucristo. En esta historia vemos el corazón de una madre que entiende algo vital: los hijos no son posesiones, sino un regalo que pertenece a Dios, y el mayor privilegio de los padres es guiarlos a cumplir Su propósito.
- El deseo de una madre
El deseo de Ana no nació del orgullo, la competencia, la presión cultural ni del dolor de ser estéril. Su deseo nació de un corazón centrado en Dios.
- En lugar de pedir un hijo para sentirse validada en una cultura que despreciaba a las mujeres sin hijos, Ana pidió un hijo para ofrecerlo a Dios.
- Ella no le pidió al Señor diez hijos como Penina tenía. Tampoco pidió venganza, reconocimiento ni superioridad.
- Su oración fue simple pero profunda: “Señor, dame un hijo… y te lo dedicaré.”
- Su deseo no era completar su identidad como mujer, sino contribuir al reino de Dios.
- Ana vio la corrupción del sacerdocio, el pecado de los hijos de Elí y la decadencia espiritual de Israel. Su corazón deseaba ser parte de la solución, no del problema.
2. La dedicación
Ana no solo deseó correctamente. Ella dedicó su deseo a Dios antes de recibirlo.
- Su voto fue radical: “Si me das un hijo, lo entregaré a Ti todos los días de su vida.”
- La dedicación de Ana no fue simbólica ni emocional. Fue un compromiso espiritual serio.
- Ella entendió algo esencial: los hijos pertenecen primero a Dios.
- Su rol como madre no era poseer, sino administrar una vida con propósito eterno.
- La dedicación de Ana reveló su confianza total en el carácter de Dios, aun en medio de su dolor, vergüenza y espera.
3. La decisión:
El deseo y la dedicación de Ana se hicieron visibles en una decisión difícil, práctica y obediente.
- Cuando Samuel cumplió alrededor de tres años, y después de haberlo amamantado y criado en sus primeros momentos de vida, Ana lo llevó al templo… y lo entregó.
- Esta decisión no fue impulsiva: fue el cumplimiento de su promesa delante del Señor.
- Esta entrega no minimiza el vínculo emocional: Ana amó profundamente a su hijo.
- Sin embargo, decidió que la obediencia era más importante que su comodidad personal.
Su decisión abrió el camino para que Samuel se convirtiera en profeta, juez, sacerdote y líder clave en la historia espiritual de Israel.
Ana nos muestra que el corazón entregado a Dios es capaz de transformar generaciones. Ella no buscó gloria personal, sino participar en la obra de Dios. Su decisión afectó la historia de Israel y preparó el camino para Cristo.
Cuando entendemos que la familia pertenece a Dios, que los hijos son misión y mayordomía, y que la oración es nuestra mayor arma, entonces podemos ver a Dios intervenir con poder. La maternidad —y la paternidad— no son roles para cumplir un deseo emocional, sino ministerios sagrados donde Dios forma a los futuros instrumentos de Su gracia.

