CORRECCIÓN CORRECTA – El Sermón del Corazón
Corrección Correcta (Mateo 7:1-6)
La Biblia fue escrita para leerla, estudiarla, meditar en ella y aplicarla en nuestras vidas, ponerla en práctica en nuestros corazones. Así que, deberíamos preguntarnos: ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Cuál es el motivo de nuestro corazón? Se trata de nuestro corazón y cuáles son las motivaciones que nos mueven.
Jesús mostraba que los fariseos hacían las cosas para su propia gloria, su beneficio.
En el pasaje Jesús critica como los fariseos realizaban la corrección y enseñanza y luego el contraste de cómo debe hacerlo un Hijo de Dios.
En los tiempos de Jesús, solo los fariseos tenían derecho a corregir a las personas. En el Reino de Dios, sin embargo, todos tenemos el derecho de corregirnos los unos a los otros. Hierro con hierro se afila. Y cuando esto ocurre hay roces, chispas y no siempre es cómodo. Sin embargo, hay una manera correcta e incorrecta.
Tres principios correctos de corregir:
Principio de Siembra y Cosecha. Mateo 7:1-2
Serán tratados de la misma forma que tratan a los demás.
La idea de que no juzgamos no se cumple en la práctica, ya que hacemos juicios inconscientemente todos los días. Tomamos decisiones y hacemos juicios para sobrevivir.
La palabra juzgar en griego deriva de “condenar”. Lo que Jesús nos dice es “No condenes a los demás”, el condenar es sentenciar algo que no nos corresponde. No debemos actuar como el juez que puede impartir sentencia.
Jesús dice: ¡No condenes!
Jesús nos ordena que tengamos cuidado con la manera en que corregimos. Que no juzguemos trayendo condenación.
No tengo el derecho de cuestionar las motivaciones del corazón, pero sí a conversar con la persona sobre el hecho, con amor, amabilidad, gentileza y sobre todo hablando verdad.
Principio de Autorreflexión. Mateo 7:3-5, 1 Juan 1:8
Lo primero que hay que hacer es lidiar con el pecado en nuestra propia vida antes de tratar de ir a corregir a otros. Para poder ayudar a otros, primero debo estar bien yo.
No dice que no debemos ayudar o no corregir, sino que debemos hacerlo en el orden correcto. Quitar primero el “tronco” que está en mí para poder corregir a otros. No significa que debemos ser perfectos, pero no debemos ser hipócritas. Debemos ser honestos con nuestras luchas para luego poder ayudar a corregir a los demás.
No ser hipócrita. Esto se refiere a un actor, una persona que actúa como algún personaje que no es.
Lo incorrecto es pretender que no pasa nada malo en mi vida e ir corrigiendo a los demás. Es muy fácil a veces obviar nuestro propio pecado. 1 Juan 1:8 – “si afirmamos que no tenemos pecados nos engañamos y no vivimos en la verdad…”
Debemos tener cuidado que no nos presentemos frente a los demás como alguien que no tiene luchas, que no tiene pecado.
Ser vulnerables solo nos permite que los demás también confíen en nosotros y podamos crear una verdadera comunidad. Corrección con amor y gracia, pero con verdad.
Principio de Parámetros de Rechazo. Mateo 7:6
Analogía con el perro, que representaba lo sucio, basura, callejero. Puede llegar un punto en donde hayas tratado de traer Palabra, corrección, y amor; pero la persona continúa rechazándola. Aquí Jesús quiere decir que no sigamos dando esta relación hermosa, la Preciosa Palabra de Dios, a alguien que siempre continúa rechazándola.
Así mismo con la analogía de los cerdos, animal inmundo, cochino, más despreciado que los perros. Jesús dice que hay momentos que daremos la hermosa Palabra de Dios a personas que amamos, tratamos de ayudarlos, pero continúan rechazándola y rechazándola. Llega un punto en nuestras vidas, donde debemos decidir, apartarnos.
Sin embargo, esto no debe ser a la primera, o segunda… Es algo sistemático de después de ser pacientes y con gracia. Y la razón principal de alejarse es porque este tipo de relación nos drena la energía y es poco saludable espiritualmente.
Aplicaciones:
Pensemos en cada uno de estos tres principios. Todos tendremos relaciones y situaciones que necesitaremos correcciones. Debemos aceptar esta realidad. No podemos evitar y huir del conflicto.
Si hay alguien en tu vida que te ha ofendido o que ha caído en pecado, procura buscarle y hablar con él. Deja que la relación sea sanada. Ora al Señor y pídele dirección en lo que desea que haga con las relaciones en tu vida.
Pregúntate:
¿Será que estoy condenando a las personas?
¿Debo corregir a las personas con amabilidad, más amor, con gracia y verdad?
¿Soy un hipócrita y no estoy lidiando con mis propias luchas?
¿Tengo que detenerme de corregir y seguir hacia adelante para no estancarme?