EVANGELISMO QUE DA MÁS FRUTO (Hechos 17:16-34)
Serie: Aún más fruto
Título: Evangelismo que da más fruto (Hechos 17, 16-34)
Expositor: Pastor Todd Tillinghast
Si bien es cierto, el trabajo principal de los pastores es equipar a los santos para hacer la obra de la gran comisión y el ministerio: dar testimonio de Cristo. Mientras que nosotros, como hijos de Dios, estamos llamados a cumplir con la gran comisión: compartir el Evangelio a los que no conocen a Jesús.
Entonces, nos podemos hacer las siguientes dos preguntas en cuanto a producir más fruto:
¿Cómo puedo dar más fruto en el área de evangelismo?
¿Qué debe ser podado para dar más fruto en el área de evangelismo?
En Hechos 17, 16-34, vemos cómo Pablo predicó el Evangelio en la ciudad de Atenas.
Mientras Pablo los esperaba en Atenas, se indignó profundamente al ver la gran cantidad de ídolos que había por toda la ciudad. Iba a la sinagoga para razonar con los judíos y con los gentiles temerosos de Dios y hablaba a diario en la plaza pública con todos los que estuvieran allí.
También debatió con algunos filósofos epicúreos y estoicos. Cuando les habló acerca de Jesús y de su resurrección, ellos dijeron: «¿Qué trata de decir este charlatán con esas ideas raras?». Otros decían: «Parece que predica de unos dioses extranjeros».
Entonces lo llevaron al Concilio Supremo de la ciudad. «Ven y háblanos sobre esta nueva enseñanza—dijeron—. Dices cosas bastante extrañas y queremos saber de qué se trata». (Cabe explicar que todos los atenienses, al igual que los extranjeros que están en Atenas, al parecer pasan todo el tiempo discutiendo las ideas más recientes).
Entonces Pablo, de pie ante el Concilio, les dirigió las siguientes palabras: «Hombres de Atenas, veo que ustedes son muy religiosos en todo sentido, porque mientras caminaba observé la gran cantidad de lugares sagrados. Y uno de sus altares tenía la siguiente inscripción: “A un Dios Desconocido”. Este Dios, a quien ustedes rinden culto sin conocer, es de quien yo les hablo.
»Él es el Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él. Ya que es el Señor del cielo y de la tierra, no vive en templos hechos por hombres, y las manos humanas no pueden servirlo, porque él no tiene ninguna necesidad. Él es quien da vida y aliento a todo y satisface cada necesidad. De un solo hombre creó todas las naciones de toda la tierra. De antemano decidió cuándo se levantarían y cuándo caerían, y determinó los límites de cada una.
»Su propósito era que las naciones buscaran a Dios y, quizá acercándose a tientas, lo encontraran; aunque él no está lejos de ninguno de nosotros. Pues en él vivimos, nos movemos y existimos. Como dijeron algunos de sus propios poetas: “Nosotros somos su descendencia”. Y, como esto es cierto, no debemos pensar en Dios como un ídolo diseñado por artesanos y hecho de oro, plata o piedra.
»En la antigüedad Dios pasó por alto la ignorancia de la gente acerca de estas cosas, pero ahora él manda que todo el mundo en todas partes se arrepienta de sus pecados y vuelva a él. Pues él ha fijado un día para juzgar al mundo con justicia por el hombre que él ha designado, y les demostró a todos quién es ese hombre al levantarlo de los muertos».
Cuando oyeron a Pablo hablar acerca de la resurrección de los muertos, algunos se rieron con desprecio, pero otros dijeron: «Queremos oír más sobre este tema más tarde». Con esto terminó el diálogo de Pablo con ellos, pero algunos se unieron a él y se convirtieron en creyentes. Entre ellos estaban Dionisio—un miembro del Concilio—, una mujer llamada Dámaris y varios más.
Son cuatro los puntos que debemos tomar en cuenta al momento de evangelizar:
Necesitamos ser perceptivos
El corazón de Pablo se entristeció al ver la gran cantidad de ídolos que había en la ciudad, pero el Señor le permitió desarrollar una estrategia para compartirle a los atenienses del Evangelio.
El hecho de la que la ciudad estaba llena de ídolos produjo en su corazón compasión por las personas que no conocían a Dios. Por lo que Pablo utilizó a su favor algo de la cultura e historia de ellos para tener conversaciones espirituales y así, compartir el Evangelio.
Así como Pablo, como creyentes, debemos prestar atención al entorno donde se va a compartir las buenas nuevas.
Necesitamos ser provocados
Pablo fue provocado, se molestó y estuvo indignado ante la adoración a los ídolos.
Cualquier tipo de pecado esclaviza el corazón de las personas. Esto debería provocar en nosotros una gran indignación, pero, al mismo tiempo, debemos tener ese deseo de compartirle la palabra de Dios a esas personas que no conocen de Cristo, y tener compasión hacia ellos.
Es urgente y necesario evangelizar a las personas, ya que si no escuchan y creen que Jesucristo murió por nuestros pecados y es Señor, no serán salvos.
Necesitamos proclamar
«Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios» (2 Corintios 5, 20).
Como representantes de Cristo, nuestro objetivo debe ser cumplir con la gran comisión. Debemos proclamar el Evangelio a las personas que nos rodean.
Debemos poner el resultado en las manos de Dios
Cuando compartimos el Evangelio, podemos obtener tres tipos de resultados:
Algunas personas rechazarán el mensaje;
Otros van a querer escuchar más;
Algunos van a aceptar el Evangelio.
Si no compartimos el mensaje de salvación, no habrá forma de que las personas escuchen de Dios. Así que, debemos tenerles compasión y dar ese paso de fe para que le conozcan.