LA PARADOJA DE LAS PARÁBOLAS – Parte 9, «La parábola del Hijo Pródigo» (Lucas 15:11-32)
LA PARADOJA DE LAS PARÁBOLAS – Parte 9, «La parábola del Hijo Pródigo»
(Lucas 15:11-32)
Al estudiar esta parábola, tendemos a centrarnos en el hijo menor debido al título de la parábola, pero en realidad se habla de los dos hijos y del padre. Nos centraremos en cuatro aspectos que nos ayudarán a comprender cómo aplicar esta parábola a nuestras vidas.
La rebeldía: Es importante comprender que, en los tiempos de Jesús, los hijos varones eran la posesión más valiosa para una familia, especialmente los hijos primogénitos, ya que eran los encargados de continuar con el legado del padre y proveería para las necesidades de su familia. Tenía grandes responsabilidades, pero también gran honor.
Para la audiencia original, debió resultar muy ofensivo que el hijo menor pidiera herencia porque era un beneficio que no tenía asegurado y que solo se recibía tras la muerte del padre, por lo que representaba una gran falta de respeto. Aún más sorprendente fue la respuesta del padre, quien no respondió con enojo, sino que repartió por partes iguales la herencia.
El hijo menor no solo gastó todo el dinero de la herencia, sino que lo malgastó en placeres pecaminosos en una tierra gentil. Terminó solo, desesperado y hambriento, a tal punto que hasta deseaba comer de la comida de los cerdos, algo impensable para los judíos. Las consecuencias de nuestro propio pecado son terribles, nos deja desesperanzados, pensando que es imposible que el Padre nos reciba una vez más.
El regreso: El hijo volvió en sí, es decir, cambió su manera de pensar, se dio cuenta de su error y decidió volver con su padre. Esto es lo que conocemos como arrepentimiento. Reconoció su pecado y estuvo dispuesto a volver como un trabajador más porque admitió que no era merecedor de ese perdón.
La respuesta del padre: El padre vio a su hijo a la distancia y corrió hacia él, lo que sugiere que estaba añorando su regreso sin rencor. En este contexto histórico, no era digno para un hombre mayor correr, mucho menos abrazar y besar a una persona sucia, pero hizo eso porque era su hijo que tanto había esperado. Aun con este recibimiento bondadoso, el hijo menor continuó en una actitud de arrepentimiento, su convicción de pecado era verdadera. El amor del padre fue más grande y no solo le recibió, sino que le ofreció la mejor túnica, su anillo y una gran fiesta. «[…] y regocijémonos; porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado». Esta es una hermosa imagen del exuberante amor de Dios y la fiesta en los cielos ante nuestro arrepentimiento sincero.
El rechazo: El hijo mayor no estaba participando de la fiesta. Al escuchar que se celebraba por el regreso de su hermano menor, se incomodó y su respuesta puede resumirse en la frase que fácilmente puede hacernos sentir muy identificados: «No es justo».
El rechazo fue debido a los celos. La razón principal de su enojo no venía de desear que su padre celebrase junto a él, sino por no haberle cedido ni un cabrito para celebrar con sus amigos.
Sin embargo, su padre le recordó que siempre han estado juntos, que siempre ha estado bendecido; esa era su verdadera recompensa y felicidad.
Debemos preguntarnos quiénes somos en la parábola. ¿Somos el hijo pecador buscando perdón sincero o somos el cristiano ocupado en legalismos y actividades que olvida la gracia que nos rescató primero?
Recuerda: Nadie está muy lejos de la gracia y el perdón de Dios.