MADUREZ EN NUESTRA FORMA DE HABLAR
Madurez en nuestra forma de hablar
(Serie: La epístola de Santiago, madurez espiritual)
Los seres humanos podemos controlar algunos aspectos de nuestras vidas o de las cosas que nos rodean, pero una de las más difíciles es sujetar nuestra lengua. Hay palabras que han hecho que se desaten guerras en el mundo y han destruido relaciones.
¿Sabías que la persona que es madura tiene cuidado de lo que dice, no expresa lo primero que viene a su mente? Una persona madura entiende que donde hay muchas palabras también hay muchas posibilidades de pecado.
Jesús dijo “De la abundancia del corazón habla la boca”. Lo que decimos refleja lo que pensamos.
Cuatro cosas que nuestra lengua revela de nuestro corazón:
1. Soberbia interna
2. Corrupción interna
3. Contradicción interna
4. Nuestra necesidad de Cristo
1. Nuestra soberbia interna. Santiago 3: 1 al 3: La soberbia es nuestro deseo de subirnos, exaltarnos, elevarnos. El deseo de ser el centro de atención, de que la gente piense que somos lo máximo. La soberbia está en nuestro corazón, es allí donde se esconde y cuando abrimos la boca empieza a salir.
¿Qué dice la Biblia? En Jeremías 17: 9 señala que el corazón es perversamente engañoso. Si somos honestos, todos tenemos soberbia escondida y nuestro corazón rápidamente nos dice ¡Eso no es contigo! Nuestro corazón nos puede engañar, pero nuestras palabras van a revelar lo que está adentro.
Muchas veces vemos que no importa de lo que estemos hablando, algunas personas hacen que la conversación gire en torno a sí misma. La soberbia ama el escenario y aquellos que hemos sido llamados a un ministerio que requiera estar en el escenario debemos lidiar con ella. Enseñamos la Palabra de Dios, no nuestras palabras. Maestros, líderes y pastores tienen una responsabilidad mayor a la hora de enseñar y de dar testimonio.
2. La corrupción interna: Santiago 3: del 3 al 8. Las cosas en nuestro corazón (enojo, lujuria, envidia) que pueden ser expresadas a través de nuestras palabras. Entendemos que algunas veces lastimamos a las personas con lo que decimos, o queremos usar las palabras para hacernos ver mejores. Santiago utiliza tres ejemplos para mostrar cómo la lengua controla nuestras vidas: el freno que se utiliza en los caballos para que obedezcan, el pequeño timón que dirige a grandes naves y un incendio forestal. Un bosque completo se puede incendiar con solo una chispa.
Este tipo de analogías nos deben hacer reflexionar acerca de cómo nuestras palabras tienen tanto poder para bien o para mal porque apuntan hacia el corazón. Santiago en el versículo 8 nos dice “Pero ningún hombre puede domar la lengua, es un mar turbulento y lleno de veneno mortal”.
3. Nuestra contradicción interna: Santiago 3: 9 al 12. “Con ella bendecimos a nuestro Señor y Padre y con ella maldecimos a los hombres que han sido hechos a la imagen de Dios. De la misma boca proceden bendición y maldición”. Los cristianos somos quienes luchamos con usar la misma lengua para bendecir y maldecir, es una contradicción y apunta a ese corazón que todavía necesita tanto de Dios.
4. Nuestra necesidad de Cristo: Santiago 3:8. “Pero ningún hombre puede domar la lengua”. Todos hemos tratado de hacer esto y parece que es imposible poder cambiar. Este versículo, que pareciera que no da esperanza, precisamente nos habla del Evangelio.
Ningún hombre puede domar la lengua, ese es el principio del Evangelio, ningún hombre puede salvarse, justificarse a sí mismo, cumplir la ley, agradar a Dios. Cuando entendemos esto es que nos damos cuenta de que necesitamos a un Salvador. Lo que es imposible para el hombre, para Dios es posible. Y Él puede cambiarnos, domar nuestra lengua, transformar nuestro corazón.
Lo que yo no puedo hacer Cristo lo hizo por mí. Pidamos a Dios que dome nuestra lengua.