Parte 14 – ADOPTADOS COMO HIJOS

13/07/2025

Parte 14 – ADOPTADOS COMO HIJOS

Expositor: Pastor Todd Tillinghast



Dios no solo nos perdona, sino que nos adopta como parte de su familia. Esta adopción nos cambia por completo, nos da una nueva identidad y nos permite vivir una vida distinta, marcada por la libertad y no por la esclavitud del pecado. Ser hijos de Dios significa tener acceso a una relación cercana con Él, en la que podemos acercarnos con confianza, sabiendo que somos amados. Pero también significa que ya no caminamos solos, sino que contamos con la guía del Espíritu Santo en nuestro día a día. 

El mensaje se puede resumir en los siguientes puntos:

1. Vencemos al pecado cuando no cedemos a la tentación

Una clave esencial para vivir como hijos de Dios es comprender que ser tentado no es lo mismo que pecar. El enemigo puede sembrar pensamientos, deseos o impulsos en nuestra mente, pero no somos culpables por la tentación misma. La tentación se convierte en pecado sólo cuando cedemos a ella, cuando la abrazamos en lugar de resistirla.

Cristo mismo fue tentado en todo, pero sin pecado, y eso nos da esperanza: si Él venció, por medio del Espíritu que mora en nosotros, también podemos resistir. Como hijos adoptivos de Dios, no estamos solos. No se trata de luchar con nuestras propias fuerzas, sino de permitir que el Espíritu Santo nos guíe y fortalezca en medio de la prueba.

2. Vencemos cuando, habiendo pecado, confesamos y pedimos perdón

Otra forma en la que el hijo de Dios vence al pecado no es por perfección, sino por una vida constante de arrepentimiento y restauración. La Biblia nos asegura que “si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar”. Ser hijo no significa que nunca fallamos, sino que cuando fallamos, no corremos del Padre, sino hacia Él.

La guía del Espíritu nos impulsa a reconocer nuestro pecado, a no justificarlo, a no esconderlo, sino a humillarnos y buscar limpieza continuamente. El verdadero hijo de Dios no se conforma con vivir en pecado; su corazón es sensible a la corrección divina. Por eso, aunque tropieza, se levanta una y otra vez con la ayuda del Espíritu, viviendo en una dinámica constante de confesión y perdón.

¿Cómo sabemos que somos hijos de Dios? Cuando estamos siendo guiados por el Espíritu Santo

Esta es una verdad clave del texto: la evidencia de que somos hijos de Dios es que el Espíritu Santo nos guía. No es una emoción, ni una autoafirmación, ni siquiera una tradición religiosa. Es una vida transformada, dirigida, corregida y animada por el Espíritu.

El Espíritu no solo nos guía a la verdad, sino que también da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos. 


Vivir como hijos de Dios no significa que nunca caemos, sino que no permanecemos caídos. La verdadera marca de un hijo no es la perfección, sino la dependencia diaria del Padre y la guía del Espíritu. Esa guía nos lleva a rechazar el pecado, a levantarnos con humildad cuando tropezamos, y a vivir con la seguridad de que somos amados y aceptados. Nuestra identidad como hijos transforma nuestra forma de pensar, de actuar y de responder a las pruebas. Nos libera del temor, nos llena de esperanza, y nos recuerda que pertenecemos a una familia espiritual donde Dios mismo es nuestro Padre. Por eso, vencer el pecado no es un logro individual, sino el fruto de caminar cada día como hijos guiados por su presencia.