LA PARADOJA DE LAS PARÁBOLAS – Parte 12, «Dos parábolas sobre la Oración» (Lucas 18:1-14)

13/10/2024

LA PARADOJA DE LAS PARÁBOLAS – Parte 12, «Dos parábolas sobre la Oración» (Lucas 18:1-14)

Predicador:
Passage: Lucas 16:19-31
Tipo De Servicio:

Serie: La paradoja de las parábolas

Título: Parte 12: Dos parábolas sobre la oración (Lucas 18, 1-14)

Expositor: Pastor Todd Tillinghast

 

Jesús respondía a los ataques de los fariseos y los líderes religiosos con parábolas. El tema central de estas era que el reino de Dios se estaba acercando y les advertía de las catástrofes que sucederían, como la destrucción de la ciudad y del templo en Jerusalén por el Imperio romano.

En la actualidad, debemos estar preparados para su segunda venida. La Palabra de Dios dice que Jesús vendrá como ladrón en la noche. ¿Cómo nos preparamos entonces para su regreso? La oración es una disciplina espiritual que nos puede ayudar en la preparación.

«Y les refería Jesús una parábola para enseñarles que ellos debían orar en todo tiempo, y no desfallecer, diciendo: Había en cierta ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre alguno. Y había en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él constantemente, diciendo: “Hazme justicia de mi adversario”. Por algún tiempo él no quiso, pero después dijo para sí: “Aunque ni temo a Dios, ni respeto a hombre alguno, sin embargo, porque esta viuda me molesta, le haré justicia; no sea que por venir continuamente me agote la paciencia”. Y el Señor dijo: Escuchad lo que dijo el juez injusto. ¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. No obstante, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?»

En la primera parábola, Jesús narró la historia de un juez injusto que no temía a Dios ni respetaba a los hombres y el de una viuda que le solicitaba diariamente que la ayudara, pero no le hacía caso. No fue la persistencia de la viuda lo que cambió el corazón del juez injusto, sino que él se cansó porque lo molestaba.

Jesús afirmaba que, si el juez injusto le hizo justicia a la viuda, cuánto más no haría Dios por sus hijos. Lo que no quiere decir que, si insistimos, Dios se cansará y nos dará lo que queremos. Por el contrario, Dios no puede ser manipulado. La parábola muestra que Dios es opuesto al juez malvado.

«Refirió también esta parábola a unos que confiaban en sí mismos como justos, y despreciaban a los demás: Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo y el otro recaudador de impuestos. El fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: “Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano”. Pero el recaudador de impuestos, de pie y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “Dios, ten piedad de mí, pecador”. Os digo que este descendió a su casa justificado pero aquel no; porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado».

En la segunda parábola, un fariseo y un recaudador de impuestos fueron a orar al templo. El fariseo levantó su rostro y alzó su voz para que todos escucharan lo superior que era, oraba para sí mismo. En cambio, el recaudador de impuestos ni siquiera podía levantar la cabeza y solo le pedía a Dios que tuviera piedad de él.

Nuestras obras no nos justifican, pero recibimos justicia cuando sabemos quiénes somos, cuando reconocemos que somos pecadores y necesitamos ser justificados por Cristo.

Jesús pudo haber enseñado muchas otras maneras de prepararnos para estos tiempos, pero lo que ilustró fue a cómo orar, que indiscutiblemente es algo que cada cristiano debe y puede hacer. Debemos orar en todo tiempo.

El primer desafío que tenemos es que no confiamos en que Dios nos escucha y por eso no oramos. Dios nos ha invitado a que nos acerquemos a Él con confianza.

El segundo desafío es en reconocer la condición de nuestro corazón. Cada uno de nosotros lucha contra la tentación del fariseo. ¿Hemos sentido que somos mejores que otras personas? Si somos honestos, en algún momento lo hemos pensado. Podemos impresionar a otras personas con nuestras obras, pero no a Dios, porque llevan a la autosuficiencia. En cambio, cuando examinamos nuestro corazón y cambiamos su postura, es decir, reconocemos que somos pecadores, somos justificados por medio de Jesús. Por lo que ahora hacemos buenas obras porque Dios nos ha llamado a hacer el bien.

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