REGLAS DE ADORACIÓN ( Éxodo 20:22-26)
REGLAS DE ADORACIÓN (Éxodo 20:22-26)
Serie: Éxodo «Libertad, rescate y responsabilidad»
Dios ha establecido las directrices de cómo debemos adorarlo y cuáles son las formas incorrectas de hacerlo. Nuestro propósito, ahora y en la eternidad, es adorarlo y se debe reflejar en todas nuestras acciones. En Éxodo 20:22-26, como veremos a continuación, Dios le comunicó a su pueblo las instrucciones de cómo deben hacerlo.
La verdadera adoración:
Nos aleja del pecado
«—¡No tengan miedo! —les respondió Moisés—, porque Dios ha venido de esta manera para ponerlos a prueba y para que su temor hacia él les impida pecar.
»Así que el pueblo se mantuvo a distancia, pero Moisés se acercó a la nube oscura donde estaba Dios» (Éxodo 20: 20-21).
El pueblo de Israel le solicitó a Moisés que actuara como su mediador con Dios, y él les explicó que el temor que debían tener no era de miedo, sino uno de reverencia y respeto hacia la grandeza de Dios. Con este enfoque de adoración, deberíamos acercarnos más a Él y mantener una actitud de reverencia, lo que nos permitirá no pecar y, en consecuencia, llevar una vida de santidad.
Tanto Moisés como el pueblo escucharon el mismo mensaje en el monte Sinaí. Estos últimos huyeron por miedo, mientras que Moisés se acercó más al Señor. Así como Moisés, los verdaderos adoradores se acercan más a Dios cuando enfrentan lo que normalmente los alejaría. A menudo, buscamos comodidad al adorarlo, ya sea por medio de la música o en un ambiente confortable, pero debemos hacerlo incluso cuando nos confronta con su justicia y su ira.
Para cultivar una cultura de constante adoración, debemos adorarlo por todos sus atributos: amor, misericordia, ira, justicia, etc. Debemos adorarle en sus términos, no en los nuestros.
La adoración no debe limitarse a los momentos de culto los domingos, sino que debe ser una parte integral de nuestras vidas diarias. Podemos adorar a Dios con nuestras propias palabras, sin la influencia de la música. De esta manera, podemos reverenciarlo de forma genuina. Entre más nos acerquemos a Dios, más nos alejamos del pecado porque reconocemos quién es Él y nuestra condición de pecadores.
Nos aleja de la idolatría
«Entonces el Señor le dijo a Moisés: Dile al pueblo de Israel lo siguiente: “Ustedes han visto con sus propios ojos que les hablé desde el cielo. Recuerden que no deben hacer ningún ídolo ni de plata ni de oro que compita conmigo”» (Éxodo 20: 22-23).
Moisés se comunicaba con Dios, mas no podía verlo cara a cara. Su experiencia se basaba en lo que había escuchado de su propia voz. Más adelante en el libro de Éxodo, él le pide verlo, pero Dios solo se le permitió ver su espalda, ya que su gloria lo podía matar. Por esa razón, Dios no podía mostrarse a su pueblo, sino que les hablaba con voz audible, por lo que les pidió no hacer ídolos.
En la actualidad, buscamos en ocasiones experiencias más directas de comunicación con Dios como visiones, voces audibles o sueños. No obstante, Él se comunica con nosotros a través de su palabra, la Biblia.
Nos ayuda a lidiar con el pecado que ya ha sido cometido
«“Háganme un altar de tierra y ofrézcanme sus sacrificios: sus ofrendas quemadas y ofrendas de paz, sus ovejas y cabras y su ganado. Constrúyanme un altar donde yo determine que recuerden mi nombre, y allí me presentaré ante ustedes y los bendeciré. Si usan piedras para construir un altar, que sean piedras enteras y en su forma original. No den forma a las piedras con ninguna herramienta, pues eso haría que el altar fuera indigno de un uso santo. No suban escalones para acercarse a mi altar; si lo hacen, alguien podría mirarles bajo la ropa y ver su desnudez”» (Éxodo 20: 24-26).
Dios pidió que su altar se hiciese con tierra porque, además de ser el creador de esta, el enfoque debería estar dirigido hacia Él. El altar es un lugar de sacrificio, en el que antiguamente se daba una ofrenda para la remisión de los pecados. Este ejemplo nos lo da Dios al ser el primero en hacer un sacrificio después de que Adán y Eva le desobedecieran.
Por lo tanto, es lugar donde debemos reconocer nuestros pecados, arrepentirnos y quebrantarnos ante Dios; simboliza la entrega total de uno mismo a Dios. Lo cierto es que no podemos pasar un día sin pecar, por lo que necesitamos un altar personal donde podamos pedir perdón y ofrecer nuestra vida como un sacrificio vivo (Romanos 12:1).
Al ser el altar hecho de tierra, nos simboliza a nosotros. De esta manera, nos recuerda que deberíamos ser nosotros, pero gracias a lo que Jesús hizo en la cruz, el último sacrificio, tenemos perdón y debemos morir todos los días a nuestra carne.