Parte 10- MUERTOS AL PECADO, VIVOS PARA DIOS

18/05/2025

Parte 10- MUERTOS AL PECADO, VIVOS PARA DIOS

Expositor: Pastor Todd Tillinghast

En la vida cristiana, uno de los desafíos más profundos es comprender lo que realmente significa haber sido transformado por la obra de Cristo. Muchos se acercan al evangelio con la idea de que es simplemente una religión más o una lista de normas morales. Sin embargo, las Escrituras enseñan que el mensaje del evangelio va mucho más allá: implica una muerte real al viejo yo y el nacimiento de una nueva vida en Cristo.

Romanos 6, 1-14 se puede resumir en los siguientes elementos:

1. La verdadera conversión implica morir al pecado y resucitar a una nueva vida en Cristo

El cristianismo no es solo una mejora moral o un cambio de comportamiento, sino una transformación radical del ser. La conversión no es solo un acto de fe intelectual, sino una experiencia espiritual profunda. En el momento en que una persona cree en Cristo como su Señor y Salvador, algo sobrenatural ocurre: muere su antigua naturaleza esclava del pecado y nace una nueva vida guiada por el Espíritu de Dios.

2. El bautismo simboliza esta muerte y resurrección espiritual

Al ser sumergido en el agua, el creyente simboliza su unión con la muerte y sepultura de Cristo, y al salir del agua, simboliza su resurrección a una nueva vida.

Este acto no salva por sí mismo, pero comunica una poderosa verdad espiritual: la persona ha sido limpiada de su antigua vida, ha sido sepultada con Cristo, y ha resucitado con Él para vivir de manera diferente. En otras palabras, el bautismo marca el inicio de una nueva identidad —la de un hijo de Dios que ha dejado atrás el pecado como forma de vida.

3. El pecado ya no tiene poder legal ni espiritual sobre el creyente

Una de las afirmaciones más fuertes de Romanos 6 es que quienes están en Cristo ya no están bajo el dominio del pecado. Esto significa que el pecado ya no tiene autoridad legal para reclamar al creyente como su esclavo. Ya no hay condenación, y por lo tanto, ya no hay obligación de obedecer los deseos pecaminosos.

Este nuevo estado es una verdad espiritual que el creyente debe apropiarse. Aunque la tentación aún existe y el pecado puede presentarse como opción, el cristiano ahora tiene el poder, por medio del Espíritu Santo, de decidir no pecar. Hay libertad real. Esa libertad es el fruto de la gracia, no del esfuerzo humano.

4. La vida cristiana consiste en presentarse como instrumento de justicia, no de pecado

Uno de los llamados más claros en este pasaje es que los creyentes deben presentar sus cuerpos —es decir, todas sus facultades, habilidades, pensamientos, palabras y acciones— al servicio de Dios. Antes, nuestros miembros eran esclavos del pecado y servían para propósitos egoístas, destructivos y mundanos. Ahora, como personas resucitadas con Cristo, cada parte de nuestro ser debe estar dedicada a hacer el bien, servir a Dios y reflejar su carácter.

Este llamado es activo, no pasivo. Vivir como instrumentos de justicia requiere decisión, disciplina espiritual, y entrega diaria. El creyente debe vigilar su mente, su lengua, sus hábitos, y tomar decisiones conscientes para vivir conforme a la voluntad de Dios.